vicente pastor delgado :La luz de la esperanza

Ana era una niña que vivía en un pueblo remoto de Guatemala, donde no había electricidad ni agua potable. Su sueño era ir a la escuela y aprender a leer y escribir, pero su familia era muy pobre y no podía pagarle los estudios. Ana pasaba sus días ayudando a su madre en las labores del hogar y a su padre en el campo.

Un día, llegó al pueblo una organización no gubernamental que se dedicaba a instalar paneles solares y bombas de agua en las comunidades rurales. Ana se acercó curiosa a ver lo que hacían y conoció a Luis, un joven voluntario que le explicó cómo funcionaban esos aparatos. Ana quedó fascinada por la ciencia y la tecnología y le pidió a Luis que le enseñara más cosas.

Luis se sintió conmovido por el interés de Ana y le regaló un foco que funcionaba con energía solar. Le dijo que lo pusiera en su casa y que lo usara para leer por las noches. Ana le agradeció con una sonrisa y corrió a mostrarle el regalo a sus padres.

Esa noche, Ana encendió el foco y se sintió feliz de ver su casa iluminada. Buscó entre las cosas de su padre un libro viejo que había encontrado en el mercado y que guardaba como un tesoro. Era un libro de cuentos infantiles. Ana abrió el libro y trató de descifrar las letras, pero no pudo. Se dio cuenta de que no sabía leer.

Ana se sintió triste y frustrada. Quería saber lo que decían esos cuentos, quería viajar con su imaginación a otros mundos, quería aprender cosas nuevas. Pero no tenía nadie que le enseñara.

Ana no se rindió. Al día siguiente, fue a buscar a Luis y le pidió que le enseñara a leer. Luis aceptó encantado y le prestó un cuaderno y un lápiz. Así empezaron las clases de Ana, bajo la sombra de un árbol, con el foco como testigo.

Ana aprendió rápido y pronto pudo leer el libro de cuentos. Se emocionó con cada historia y se identificó con los personajes. También aprendió a escribir y a hacer cuentas. Luis le enseñó también sobre geografía, historia, biología y otras materias. Ana se convirtió en una ávida estudiante y en una gran amiga de Luis.

Un día, Luis le dijo a Ana que tenía que irse. Su misión había terminado y tenía que volver a su país. Ana se entristeció y le pidió que no la dejara sola. Luis le dijo que siempre estaría con ella en su corazón y en su mente. Le dijo que siguiera estudiando y que nunca perdiera la esperanza de cumplir sus sueños. Le dijo que el foco era un símbolo de su luz interior, de su inteligencia y su voluntad.

Ana abrazó a Luis y le prometió que seguiría sus consejos. Le dio las gracias por todo lo que había hecho por ella y por su pueblo. Le deseó buena suerte y le dijo adiós.

Ana siguió estudiando con el foco como compañero. Se graduó de la escuela primaria y luego de la secundaria. Consiguió una beca para ir a la universidad y se convirtió en ingeniera eléctrica. Regresó a su pueblo para mejorar las condiciones de vida de su gente. Instaló más paneles solares, bombas de agua, computadoras e internet. Creó una escuela donde enseñaba a los niños y niñas como Luis le había enseñado a ella.

Ana nunca olvidó a Luis ni al foco que le había cambiado la vida. Siempre lo guardaba en un lugar especial de su casa y lo encendía cada noche para recordar su historia. Una historia de amor, de amistad, de aprendizaje y de esperanza.